Bienvenido a la hambruna



Hace dos días conversaba con unos de mis hermanos y recordábamos nuestra vivencia en el campo, así en todos los recuerdos, se nos hizo más enfático esta frase "si alguien no acaba la comida, pobre de él, le quisiera verle en la hambruna” de manera enérgica mi madre casi siempre enfatizaba esta frase.


El hambre es lo peor que puede suceder a un ser humano, el cuerpo siempre necesita consumir alimentos para procesarlos y convertirlos en energía. y eso porque somos unas máquinas (aunque de carácter biológico) y nuestras células necesitan esa energía para realizar todas las funciones de nuestros sistemas y órganos.

Corría el año 2001, en la chacra donde vivíamos aquellos años, mis padres siempre se preocuparon por dos cosas importantes: comida y educación para sus hijos, y lo sueños que cultivaban sobre nosotros como grandes genios del siglo XXI, quizás algún científico uno de sus hijos, o quizás algún ingeniero o quien sabe mejor un médico. En la hora de comer, mi madre siempre decía esta frase: "si alguien no acaba la comida, pobre de él, le quisiera verle en la hambruna", así que busqué información sobre la hambruna en la pequeña biblioteca de mi escuela rural, y vaya que lo encontré de la mejor  manera casi vaga en un libro de aspecto roñoso(por los años que ha soportado la humedad) de historia universal: la hambruna que ocasionó Stalin en Ucrania ,  la gran hambruna que soportó el Japón rural en los años 20 y que lo empujó mas en su carrera imperialista y la de Mao Tse Tung en China, las paginas machada y estregadas de aquel libro me tomó mas de tres semanas leerlo, así con la información pertinente tomé la discusión con tema una noche  con mi padres mientras bebíamos esa manjar de los dioses :“café ” producido por nuestra familia. Mi madre empezó con su exposición; “las hambrunas soportadas en su tierra natal eran incomparables y ajenas a la realidad actual”, la escases de producción de alimentos y la pobreza extrema generan desnutrición y un incremento en las cifras de anemia(algo muy recurrente en nuestro país) y que todos los miembros de su familia lo padecían, hasta que emigraron a tierras San Martinences y mejoró su situación económica, y que algún día habrá hambruna y que deberíamos estar preparados; “voy a darles menos carne en la comida, desde mañana”, amenazaba de manera enfática. Mi padre más metódico lo definía de manera simple “escases de alimentos” o la no “capacidad de poder adquirirlos” y empezó con la historia de grandes escases generado por hiperinflación y mala gestión de los estancos del primer gobierno de Alan García. “como me pasó por alto eso”- El libro que leí era de historial universal.

Entonces, recordé una escena en mi vida, en un viaje a Cajamarca en junio de 1999 al visitar a esa pequeña ciudad de donde era procedente mi padre, pasamos luego a un pequeño lugar donde residían su padre, fue la gran sorpresa nuestra visita. Ese día al atardecer  en la cena sirvieron algo parecido a un café, que en su primer sorbo lo delataba, algo atípico y viviendo en una familia cafetera jamás mi paladar puede ser engañado; y pusieron en la mesa un tipo de almendra cocinado, muy parecido al pan de árbol, así que hice una pregunta “ a qué hora van a servir la cena”, la mirada de mi padre era con una expresión similar “estas muerto y no lo sabes”, una expresión burlona de uno de mis tíos escuché “esta es la cena”, y prosiguió “no se compara estas cenas en donde vives, donde las infaltables variedades de tubérculos(plátano, yuca, camote y papa), cereales(arroz) y la diversidad de carnes, bienvenido a la hambruna sobrino”, mi cara de terror fue tal, que esa noche dormí sin comer nada, no lograba concretar sueño y los ruidos de mi estómago hasta ahora los escucho en mi recuerdos, eso fue hasta el alba, quizás me quedé dormido o quizás no, mi frágil memoria no lo reproduce.

Lo más cercano al hambre lo viví hasta que a mediados del 2001 una huelga de grandes proporciones con bloqueos a  la carretera Belaunde Terry en entrada y salida de la ciudad de Moyobamba,  generaron escases en la región, así que todas las provisiones se terminaron de las tiendas comerciales, y nuevamente la cenas eran algo escasas, pero la ventaja de vivir en zona rural era que siempre había que comer, las legumbres y tubérculos que cultivamos, los cerdos que criábamos y gallinas era nuestra fuente de alimento, y con ese café amargo y adictivo era lo suficiente confortable.

Era ajeno a esa realidad: el hambre y aunque efímeramente experimenté el hambre, y  estos días de gran conmoción con el aislamiento social generado por la pandemia del COVID-19, pienso increíblemente en el  hambre, en la sensación de no poder cenar antes de ir a la dormir, o la escases económica por la paralización de la economía afectado a todas las familias “que viven del día a día”, independientes, profesionales y empresarios, donde un día no trabajado, un día no comido; en plena comunicación con mi hermano, siempre terminamos con la frase “bienvenido al hambre”.






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