El Anciano y el amigo del Venado

En el viaje hacia Yurimaguas, me subí a la miniván, y en la parte trasera me ubicaron que también iba un anciano. 

Tenía 21 años, era un estudiante de noveno semestre en la universidad y vivía en la calle Sargento Lores, para quienes no saben de él fue un soldado que murió en la batalla de Guepí el 26 de marzo de 1933, en un enfrentamiento con los Colombianos por la hegemonía del trapecio Amazónico que terminó en manos de Colombia.

Un día de Agosto, el "Venado" un compañero de universidad me invitó para formar parte del equipo técnico de programadores para un ingeniero que había ganado un trabajo para una institución. Durante 04 meses, y contra viento y marea logramos terminar dicha plataforma de software, y adivinen: Lo codificamos en PHP. Una de la funciones era que tenía que viajar a Yurimaguas para realizar las capacitaciones, y pues el plan era quedarme durante 10 días.

En el viaje hacia Yurimaguas, me subí a la miniván, y en la parte trasera me ubicaron que también iba un anciano. Su aspecto era muy risueño y  muy empático. Fuimos conversando de muchas cosas, hasta que le pregunté su edad, y me dijo que tenía 95 años. "Valla edad, espero llegar con esa misma lucidez"-Exclamé en mi mente. Me interesó muchas cosas, pues el había nacido en 1918, 10 años antes que mi bisabuelo naciera, estaba iniciando la pandemia de la gripe española y finalizada la gran guerra(primera guerra mundial), el hombre había vivido contemplando casi todo el siglo XX y principios del XXI, casi toda una vida en esa Amazonía que el había visto grandes cambios y sus palabras que decía cual maestro sabio y yo un discípulo escuchando fascinado y con avidez de extraer todo sus aventuras, reflexiones, pensamientos, etc.

-Soy de Tarapoto, nací allí. Siendo muy párvulo me llevaron a vivir a Yurimaguas, el camino era por Juan Guerra, eran 12 horas. Aun mis pies recuerdan esas rocas, esos suelos y esa llovizna que siempre está presente en la cordillera Escalera, para luego bajar hasta esas llanuras. -Dijo en unos de sus relatos.

-Serví en el ejercito en Iquitos en 1938,  luego de terminar el servicio Militar, me fui a trabajar con unos madereros. -Prosiguió con su charla. 

Era interminable esta Amazonía, ni siquiera cabía en mi cabeza que se acabaría el caucho y árboles maderables de talar.-Dijo de manera sonriente. 

-Un día vinieron unos paisanos míos, requerían personal para las correrías del caucho, íbamos ha ir hacia las zonas fronterizas con Colombia. Así que fui, me gustaba la aventura. Fuimos en esas lanchas de vapor, pequeñas y todos armados hasta los dientes. En el trayecto recogimos nativos, los hicimos sentar atados en un costado, ellos eran los extractores, cargadores y guías. -Dijo de manera nostálgica. 

-Sabes, el caucho era escaso, hacia muchos años que lo habían extraído. -Me comentó despacio con un tosido normal de un anciano. 

-Si, La casa Arana fue una de ellas. -Le comenté.

- Lo logré conocer al hombrecillo. -Dijo riéndose. 

-Muchos caucheros le vendía la goma, era ya mayor, no residía en Iquitos, vivía en Lima.-Me dijo.

-Estuve de ayudante de los caucheros durante cinco años, luego volví a Yurimaguas. Siempre les digo a mis nietos que viajé en vapor, en balsas, y muchas veces en canoas durante interminables días. -Me dijo.

-Vi muchas cosas en mi vida, desde hombres muriendo por enfermedades, otros que eran absorbidos por los bosques sin dejar rastro y muchos que perdían la razón. he surcado ríos como el Santiago, Morona, Tigre, el Ucayali y el Pacaya. Siempre la misma cosa, inmensos bosques frondosos, con escasa goma.-Prosiguió con su relato.

-¿Que le diría a a las nuevas generaciones?- Le pregunté.

-Que cuiden los bosques, los peces, los animales, que lo respeten. Mi generación fue la última que extrajo caucho, se extinguió, al igual que años anteriores borró aldeas nativas, muchos de ellos desplazados y convertidos a mestizos sus nuevos generaciones y perdiendo sus costumbres e idioma. Nunca pensamos que se iba acabar, ahora con la madera igual, cada día mas escaso. -Respondió de manera triste.

 Joven usted debe escribir de esto, que no comentan el mismo error que nosotros. -Siguió hablando  

Conversamos mas cosas, luego me di cuenta que estábamos en la ciudad, y yo tenia que bajarme cerca de la ciudad. Me despedí, anoté su dirección con una promesa de visitarle, y la verdad es que perdí mi agenda, y ya no recuerdo esa dirección, nunca mas tuve la oportunidad de parlar con tan sabio señor.



 

 


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