Rodo, el chúcaro indomable

Querido, rodo, si existe la reencarnación, me gustaría que tu próxima vida seas uno de mis hijos cuando los tenga, para contemplar tu cerril espíritu de rebeldía de la vida.

En el 98, mientras retornaba de la escuela, escuché un ruido entre los pastizales de corte de la finca del abuelo, me asusté un poco, y más aún al ver una silueta que asomaba y devoraba el pasto cual dulce manjar un niño degusta. Entonces, esa silueta apareció y divisé que era un asno que de manera rápida le di un nombre: "Rodolfo", encontré al abuelo que estaba desatando el nudo de la soga empotrada en la estaca, me dijo "¿quieres montar?", no hubo respuesta mía, solo que en menos de dos segundos estaba en el lomo de "Rodo" que de cariño así le decía. Aquel día tuve un buen recuerdo, pues "Rodo" me hizo volar por los aires al saltar una zanja en señal a su miedo natural al agua y yo salí ileso, con varios cortes en la cara y un sangrado de nariz que lo tuve durante varios años por haberme roto una parte del tabique. 

Solo estuvo unos meses con el abuelo, para luego definitivamente ir a vivir a la finca de mi padre. "Rodo" era aquel asno salvaje, pequeño, y muy gordo, un pillo completo, pues no había cerco que lo domine o soga que pueda capturarle. "¡Nunca he visto un animal más holgazán!"-Siempre repetía esa frase mi padre. El misterioso asno, era nuestra historia favorita que inventábamos con mi hermano para contar a los demás primos. Lo relatábamos de manera ficticia: "Rodo era un asno salvaje, le capturaron en Olmos; él se escapó y fue aparecer en la finca del abuelo", -así iniciaba su historia según nuestra versión.

La verdad fue que alguien lo adquirió en una plaza de ganado de la ciudad, esa persona lo puso en venta y fue a parar a un vecino que, cansado de todas sus fechorías, le convenció a mi padre para que lo compre, pactaron un precio, y como no era un animal para bastante carga como las mulas y los caballos que utilizábamos, "Rodo" pasó a ser un animal que solo servía para que andemos montado en su lomo y llevemos algunas cosas no muy pesadas; en otras palabras, era casi como una mascota.

La forma más adecuada de jugar con rodo era que escapara del pasto, pues tomaba un impulso y saltaba encima del cerco, así que con mi hermano salíamos de la casa con el pretexto de ir a capturarle, pues lo lográbamos, de ahí nos turnábamos para montar en su lomo sin montura alguna y le hacíamos correr cual caballo de hipódromo, y le dirigíamos hacia las zanjas llenas de agua que él le tenía terror, así que rebuznaba en plena carrera; y corcoveaba para dar un enorme salto que nos elevaba por los aires y resultamos en el suelo. Ahí estaba la diversión, pues al mismo tiempo que caíamos el trataba de escapar, y, con mi hermano le rodeábamos, y nuestra mascota un perro llamado Dax: nuestro cómplice; lográbamos nuevamente capturarlo para ahora ponerle la montura y cargarle de leña que él mismo nos hacía trampa, al inflar su barriga y no poder apretar la cincha de manera adecuada, el cual minutos después terminaba floja y por defecto la montura con la carga se caía.

Rodo estuve hasta el 2003 vivo, siempre con sus pillerías, hasta que un día enfermó y falleció. Él copa los mejores recuerdos de esa etapa en la finca que viví, el destacó, por ser nuestra asno-mascota y quiero pensar que él se escapaba de los pastizales para jugar con nosotros. Un día me puse a escribir algo, recordando al libro "Platero y yo" de Juan Ramón Jiménez, al que "Platero" era su fiel amigo del que narra la lírica, "Rodo" no era ese animal peludo y suave, él era algo grotesco, y a la vez leal cuando le convenía, pillo para las cargas, apresurado en los caminos y pusilánime en los charcos y zanjas llenas de agua. Inicié escribiendo "Querido, Rodo, si existe la reencarnación, me gustaría que en tu próxima vida seas uno de mis hijos cuando los tenga, para contemplar tu cerril espíritu de rebeldía de la vida"

PDT: Rodo aún está vivo, casi siempre en las noches escuchan por la pradera un asno salvaje que corre y rebuzna saltando las cercas. Otro día escribiré sobre Dax, una de mi mascota contemporáneo a Rodo.


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