El infierno de tierra de fuego

 El precio que pedía por el indio Otlauro era de cinco monedas de oro por sus orejas, tres monedas por sus ojos, diez monedas por sus genitales y una moneda por cada integrante de su familia.


Otlauro, es un Ona O Selknam, un hombre grotesco de cabellos desordenados y orejas grandes, un indio de las tantas tribus de tierra de fuego. Era 1887 y tenía 35 años, y apenas hacía doce años había conocido a su mujer, una huérfana de 15 años de otro clan, su clan fue masacrado por colonos de la estancia la Armendiz en plena frontera con Chile, ella sobrevivió ocultándose entre los pequeños matorrales propios de la región, y entre manos en la cara vio que su clan aún de muertos era pateados y sacados sus ojos, orejas y genitales para entregarles a las autoridades Argentinas a fin de que puedan cobrar los cazadores de indios. Fue encontrada con un lloro apagado; paseándose entre los cadáveres y las tiendas pequeñas propios de la tribu.

La república de Argentina en 1878 emitió un decreto donde básicamente autorizaba al ejército iniciar con incursiones en plena Patagonia y tierra de fuego, para dar inicio a la conquista del desierto. Desde hacía siglos estos pueblos aborígenes resistieron la conquista española y a los gobiernos republicanos de Argentina y Chile, el más aguerrido de todos eran los Mapuches que tenían bastante población incluyendo en Chile que también su fin estuvo predestinado, Chile puesto que después de la guerra del pacífico se concentró todos sus esfuerzos militares en la campaña "pacificación de la Araucanía" que ya había iniciado en 1861.

Otlauro se enamoró de esa muchacha, cuyos jefes del clan entre remordimientos le aceptaron, puesto que la mayoría no la quería por que emanaba la muerte en su mirada al ser de un clan exterminado. El chamán del clan le hizo el ritual para matar los malos espíritus, aun así, durante un año estuvo esquiva de las miradas de los muchachos que le cortejaban, al ser tan hermosa los huesos y pieles de huanacos cazados llovían como parte de los regalos entregados en su tienda donde vivía con una viuda anciana.

Un día, cuando ella caminaba; Otlauro se le acercó y algo temeroso le entregó una hermosa piel de huanaco, y algo sonriente en su idioma le dijo "cásate conmigo, seremos un nuevo clan", su sonrisa se dibujó de aquella muchacha que hasta entonces nadie sabía su nombre, puesto que no hablaba con nadie. Él le empezó a llamarle Kre' que significa Luna, en unos meses después se casaron y se entregaron a la vida familiar del clan. Otlauro era un hábil cazador, Kre' una mujer que le daba hijos y ayudaba en los quehaceres del clan. 

Entre escapes de los cazadores de indios promovidos por hacendados y extractores de oro, el clan se entregaba a sus dioses y fueron bendecidos durante diez años que lograron aumentar su población, escondiéndose en la inhóspita Tierra de Fuego que para ellos era hasta entonces algo de paz. En 1885 apareció el demonio, un demonio que era blanco y valiéndose del apoyo del gobierno argentino inició las incursiones en la zona exterminando clan por clan, tribu por tribu, sin importar condición de edad o género. Ante pocas alternativas el clan se enfrentaba a cuestionarse en ir a entregarse a las haciendas donde trabajaría como esclavos o derivados a Buenos Aires donde serían separados de sus familias y sentenciados a trabajos forzados de por vida, fugarse hacia la frontera con los mapuches que estaban en guerra con el gobierno chileno o simplemente seguir huyendo. 

El número de integrante en su mayoría niños sobrepasaban las dos docenas, lo que significaba un atraso para huir. Los ancianos del clan recomendaron separarse en varios núcleos familiares y reencontrase cada cierto tiempo. Otlauro Tomó a su familia que ya tenía cinco hijos, su primera hija mujer y cuatro pequeños varones; Solían alimentarse con la poca carne seca de huanaco y a escondidas de los cazadores de indios que infestaban la región, fue así que un día encontraron a miembros de su clan yaciendo muertos colgando de cuerdas de pequeños arbustos y otros solamente su cabeza en picas de madera. El demonio blanco que le temían los Onas desde 1885 era Julio Popper, un explorador rumano de origen judío. Durante tres años la pequeña tribu de los Onas de alrededor de 8 mil habitantes en tierra de fuego fue disminuido y llevada a la extinción, para 1887 Otlauro había huido por cada risco, por cada cueva escondiéndose con su familia. Fue así que un día se cansó de huir, el demonio blanco le perseguía desde hacía varios meses, éste indio infortunado le había logrado en algunas noches robar caballos, pólvora y hasta una bayoneta que era un souvenir de Poppe. El precio que pedía por el indio Otlauro era de cinco monedas de oro por sus orejas, tres monedas por sus ojos, diez monedas por sus genitales y una moneda por cada integrante de su familia.

Una noche de Luna, mientras dormía su familia, hizo una fogata; la más inmensa fogata. Danzó alrededor de ella como lo hacía con su extinto clan. Rezó todos sus mitos de su pueblo y hasta recordó la leyenda de Lautaro el mapuche que resistió a los españoles. En sus gritos que su familia no escuchaba porque hacía varios días que no comían ni dormían. Ese día pudo lograr cazar una rata silvestre que les sirvió de alimento. Recordó los mejores momentos a lado de su querida Kre' que nunca sabrá su verdadero nombre de nacimiento. Mientras danzaba a los lejos escucha perros ladrando, es muy lejos, pero su buen oído lo ha percibido. Agradece a sus dioses, llora de alegría y toma la bayoneta, besa la frente de su mujer y la degolla, luego va hacia donde dormitan sus hijos, y ve a su hermosa hija mayor sonreír en su sueño profundo, seguidamente toma la manta de cuero de huanaco y lo ahoga lentamente; seguidamente degolla a sus pequeños hijos que mueren de manera inmediata y silenciosa. Toma en brazos a su hija y llora a gritos como un espíritu furioso; la envuelve en el manto de cuero, lo mismo hace con sus hijos. Su hermosa mujer yace ahí, va hacia ella, ya no hay mantas, así que se desnuda y lo cubre con su ropa, da gritos hacia el cielo y toma la bayoneta ubicándose alrededor de la fogata a esperar al demonio blanco que lo ha perseguido por meses, siendo éste el ultimo clan que queda. 

Los caballos hacen ruido a galope, la brisa de frío de madrugada con una neblina tupida apenas se divisan de manera tenue a los cazadores de indios con sus perros. Él cómo un espíritu furioso; desnudo con la bayoneta en la mano ensangrentada, les espera, escucha algunos disparos que fallan, él va hacia ellos, se abalanza y logra desmontar a uno que de inmediato lo acuchilla hasta causarle la muerte. Corre hacia otros que estos se bajan de los caballos y sacan sus espadas, él les da pelea. Hasta que aparece el demonio blanco, saca su pistola y le dispara causándole la muerte a Otlauro.  Poppe ordena que revisen si hay más integrantes del clan, encuentran los cadáveres de su familia de Otlauro, seguidamente ordena que esperen al amanecer porque el fotógrafo está cerca, quiere la fotografía junto a los cadáveres para los diarios de Buenos Aires y tenga alta apreciación del gobierno para su financiamiento de sus expediciones y civilización de Tierra de Fuego. Luego de la fotografía donde se divisa a él con la pistola, ordena que le saquen las orejas, los ojos, la Nariz y los genitales que los guarda en un frasco con alcohol y los cuerpos se quedan en la intemperie y prosigue su marcha buscando escasos indios que se esconden por tierra de Fuego.

 


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