El escribano
El escribidor Dyland recibió un mensaje "Rigo falleció ayer de madrugada", se devastó un poco, luego sonrió al recordar algunos buenos recuerdos y se calmó.
En el 2002 mientras Dyland era trasladado de emergencia por una fractura conoció a Rigo, era un señor que de manera desmenuzada se quería enterar del accidente de aquel pálido muchacho. Dos años después Rigo sufriría un accidente de tránsito que le sentenciaría a vivir en una silla de ruedas de por vida. Iniciaron una amistad y tenían algo en común de conversar “sus accidentes”, Dyland ahora ya de 13 años y más crecido le paseaba empujando la silla de ruedas por las calles rústicas del pequeño pueblo.
Dyland soñaba con ser literato, escribía cuentos y poesías que luego le exponía a Rigo, y que este le transcribía a su Pentiun IV para luego imprimir, así de ese modo ambos escribieron la versión final de la historia de la fundación del pueblo y definieron el escudo y la bandera. Él representaba en parte como el escribano del pueblo, donde redactaban documentos los casi facto de lecto autoridades como jueces de paz y alcaldes de otros pueblos que se sentían tan cómodos en esa pequeña oficina.
Dyland creció, se tuvo que mudar a una ciudad nueva y estudiar la universidad, cada vez que visitaba el pequeño pueblo se juntaban a conversar durante largas horas de política, deporte y sucesos locales. El tiempo pasó y Dyland ahora ya todo un egresado de la universidad se volvió más esquivo de visitar su pequeño pueblo. Se mantenían poco comunicados hasta que el escribidor Dyland recibió un mensaje "Rigo falleció ayer de madrugada", se devastó un poco, luego sonrió al recordar algunos buenos recuerdos y se calmó.
Dyland revisó su archivo, y encontró algunos cuentos transcritos e impresos que eran borradores que él mismo había hecho con el fin de publicarlos algún día, el que más le llamó la atención fue un poema que hizo en Quinto Año del Colegio para el aniversario del pequeño pueblo.
Jerillo
El riachuelo quiebra la montaña
Con su cresta toda orgullosa se posa
Frente al pequeño valle de una quebrada
Que todo al final encalla en un torrentoso
Río que habla a las dos cordilleras
Leguas más allá reposa profundo
Un cañón que es cabida de duendes
Ahí Emilio Vizcarra lloró al no poder cruzarlo
Sus malcriados cayeron a balas
A la noche siguiente lograron cruzar
Años después Valentín Cacique lo nombró “Jerillo”
Se fundó un pueblo
Con algunas casitas
Apareció un arquitecto
Trazando una trocha
Vinieron más gentes
Se afincaron
En el pequeño pueblo de paso de avanzada
Ideal para cruzar hacia la cordillera escalera
El cañón profundo aún existe
Los duendes se le escucha en noche de Luna
Los gentiles de antaño
Dejaron su alma en sus jeroglíficos
Aún se labra la tierra
Y ahí el ínfimo pueblo fusionado e inerte
Contemplando las dos cordilleras
Dyland escribió un epitafio para luego ir a dormir, “El escribano eterno en su dimensión seguirá redactando todos los documentos de los pueblos, ahí está con sus amigos que antes se veía a diario, si los ves Armando dile que se extraña su cabezonía de las fiestas de San Juan”.
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