Los Calatos
Sebastian es un maderero demasiado viejo para la extracción y aun carga su motosierra en el hombro, su machete y su escopeta Winchester que lo heredó de su abuelo que anduvo en las correrías de Fitzcarrald. A su edad debería estar disfrutando con sus hijos como lo hacen sus hermanos en Puerto Maldonado donde se dedican a comerciar y a labores de agricultura, pero el decidió abrazar la soledad y casarse con el bosque amazónico de la zonas de las cabeceras donde nacen los Ríos que son afluentes del Madre de Dios.
Sebastian divaga en su mente por el efecto del trago y la hoja de coca pero siempre su pálida sonrisa le recuerda a su abuelo que le contó historia de esos bosques de shiringas que extraían de esas zonas que eran de posesión de un loquito empresario, dicen que se traumó durante la guerra del pacífico: fue prisionero por tropas chilenas y luego apresado por milicianos que lo confundieron como oficial chileno y un cura le salvó de morir. A partir de aquello se penetró en la selva espesa apoyado por Ashánincas identificó los shiringales y donde escuchó de una tribu salvaje en esos bosques "Mashco Piro", tomó a su fieles Ashánincas y algunos mestizos como el abuelo de Sebastian para hacer correrías: capturar nativos para la extracción de caucho y madera.
De ahí en adelante se les identifico con un calificativo de «Calatos». El loquito Fitzcarrald acaudaló una fortuna extrayendo caucho y con su mano de obra esclava logró sus aguerridas aventuras como pasar un barco por el istmo que lleva su nombre. Sus calatos prisioneros eran golpeados y humillados por sus capataces. A la muerte del cauchero los calatos huyeron y desde ahí se aislaron, no por miedo a la civilización si no a un demonio loco que tiene cabellos plateados, y habitan escondiéndose por el bosque, alimentándose de pesca, caza y recolección de frutos.
Sebastian aun guarda una foto de su abuelo con Fitzarrald en el fondo se ven varios «Calatos» pálidos por la desnutrición y el cansancio de las jornadas de las caucherías. Él ahora está en esos mismos bosques del Alto Madre de Dios que es una zona de reserva y prohibida su entrada, pero los madereros hacen campamentos y extraen madera. En las noches son atacados por los «Calatos» por eso ellos mismos salen a cazarles para hacerles huir a zonas donde no hay extracción.
Esa noche Sebastián y su grupo de madereros pernoctan en los altos árboles con fogatas grandes que ausentan animales, se sienten en calma puesto que la semana pasada un grupo de madereros mató a una docena de «Calatos». Un grito de un perro agudo despierta a todos que se levantan apuntando con sus armas, es muy tarde los «Calatos» están cantando su grito de guerra que disparan flechas y arrojan estacas como jabalinas hiriendo a varios madereros. Los escasos disparos y el silencio de los perros anuncian que la emboscada ha sido un éxito.
Sebastian ha logrado descolgarse de la hamaca y huir por el bosque. Los gritos se confunden con sus amigos madereros que son 10 muchachos que tenía a cargo o los «Calatos» anunciando su victoria. Él huye sin sentido por la espesura hasta que llega a un pequeño arrollo, el silencio es absoluto que aprovecha para descansar y esperar que amanezca que en varias horas después se divisa el amanecer con gritos de aves. Se levanta y comienza avanzar cuando de pronto se topa con un grupo de mujeres y niños «Calatos» los cuales algunas mujeres gritan y empieza a lanzarle estacas y flechas que logran herirle en el pecho provocándole caerse y acepta esperar su final; se escucha a los lejos el grito de guerra de los hombres «Calatos», sonríe y sabe que es el final.
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